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28 marzo 2006

Los herederos de 'Tómbola'

El 13 de marzo de 1997, Chábeli Iglesias se marchaba indignada de un plató de televisión llamando "gentuza" a los periodistas que la estaban entrevistando. Ese arrebato de dignidad de Chábeli fue el mejor bautizo para Tómbola, el primer programa del corazón que se atrevía a machacar, dejar en evidencia y humillar a sus invitados y que inmediatamente se convirtió en el espacio estrella dentro del universo de la telebasura.

Aquel primer día Tómbola alcanzó una audiencia media próxima al 30%, con picos de hasta el 63%, y en los años siguientes el espacio fue consolidando esta audiencia, ajeno a las batallas políticas que se libraron en su nombre: así, a los pocos meses de que comenzara su emisión, Canal Sur decidió retirarlo de su parrilla por sus contenidos "zafios y denigrantes", y también el Gobierno de la Comunidad de Madrid, que durante cuatro años lo mantuvo en Telemadrid pese a las críticas de la oposición, terminó retirándolo en 2001 "por no ser un modelo para la televisión pública".

El programa continuó en el valenciano Canal 9 -los beneficios que reportaba su emisión ayudaban a sufragar el coste de los informativos-, en 17 televisiones locales con contrato, en el canal internacional de Antena 3 y en infinidad de emisoras locales que lo pirateaban; prueba de la fidelidad de su público es que cuando, tras la retirada de Telemadrid, el productor José Frade se apresuró a conseguir los derechos para emitirlo en Madrid a través de Canal 7, logró que esta emisora, que en ese horario contaba con apenas 10.000 espectadores, llegara a superar los 100.000.

Pero ¿qué hacía que Tómbola fuera diferente al resto de la oferta rosa en televisión? En primer lugar, su formato: un grupo de periodistas sentados frente a los invitados, a los que van pasando revista uno a uno en un programa que no tiene ni guión previo ni una duración definida. En segundo lugar, la agresividad de estos periodistas, que sacan trapos cuanto más sucios mejor y acorralan a unos invitados que están obligados a responder a tanta impertinencia porque han cobrado por ir al programa.

Y esto nos lleva al tercer punto, clave para entender el fenómeno: en Tómbola todos cobraban, los periodistas por preguntar y los invitados por responder. Esto, que hoy nos parece una obviedad no lo era tanto en 1997; nunca hasta entonces se había dicho a las claras que todo el mundillo del corazón estaba regido por el dinero, que se podían hacer montajes e inventarse historias para salir en la tele y sacarse una pasta, o que la dignidad, el decoro, el pudor y la intimidad de los famosos estaba en venta.

Y el espectador de entonces, todavía ingenuo, se quedó enganchado a unos personajes que hablaban sin reparos de sus destrezas o proezas sexuales, de sus miserias familiares o de sus adicciones. Los vicios privados se hicieron públicos en una rueda que movió miles de millones de pesetas durante años hasta que, poco a poco, la audiencia comenzó a cansarse del original".

Fuente.- Web de la Revista Época.

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